miércoles, 27 de enero de 2016

YEMAS GRISES

Encontraremos entre las dalias huevos pequeños y celestes. Él me dirá que son retoñitos de cielo, que hay que trasladarlos a los charcos, a la laguna de los flamencos. Me negaré a hacerlo y él me dirá que nacerán de ellos pequeños cielos, que cuando crezcan subirán con los suyos, pero que no bien nazcan dependerán de nosotros, que no hay que agitarles el agua. Pero no me convencerá. Le diré sobre mis miedos a las tormentas, que los rayos me paralizan, y el dirá que eso sólo pasa con los firmamentos adultos. Insinuará cosas de grandes que aún no entiende pero que se harán realidad  cuando crezcamos. Le creeré hasta cuando mienta y sabré que lo hace, pero estaré muda. Con el tiempo le crecerá la barba, dirá que debe buscar otros azules, que los pájaros y las dalias de aquí son algo descoloridos, que los charcos  dejaron de ser espejos.
Cuando él parta, las dalias se peinarán sus pájaros grises, beberán lodo del charco vacío y las nueces del piso serán de piedra.

El reloj de péndulo detendrá su mecanismo exactamente a la hora en que él suba al tren. En el mismo instante, las flores de mi jardín derramaran al suelo estambres en hilachas. Cuando parta el tren, se desatará granizo, pero no serán piedras Serán huevecillos que cubrirán el campo. Las gallinas vendrán de la nada a reconocer a sus hijos entre yemas grises.