miércoles, 17 de febrero de 2016

CABALLITOS DE MAR

Los peldaños de aquella madera olorosa, me llevaban a una cima soñada donde no solo las cúspides, eran casi imposibles de medir en el tramo de buscarlas, también el caer, que era tan rotundo, a la vez que abismal. Tan íntimamente mar debajo y mar arriba, que el piso a donde llegaba se sentía como el descubrimiento de las profundidades. De pronto amanecía y yo estaba con un pie en el primer escalón sintiendo aquel perfume a sándalo, intentando el segundo escalón, sacudiéndome las estrellas de mar y los caballitos de los hombros.

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